miércoles, 6 de mayo de 2015

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Tobías se dio cuenta que amaba a Clara desde hace por lo menos 3 años, la conoció al entrar a estudiar Literatura en la Universidad de Chile. La primera vez que el la vio, estaba acompañado de las amarillentas páginas de un libro de Kerouac que solo leía en movimiento, podía ser una micro o un taxi, un colectivo o bicicleta, daba igual, pensaba para sí que era la única forma de honrar la dinámica del road trip y a uno de sus autores favoritos. Estaba sentado en una de las viejas bancas de la facultad, solo vasto hojear el libro que tenía entre manos y volver la mirada al frente cuando de pronto se encontró con una chica delante de sus narices, no pudo disimularlo y emitió un extraño sonido con su boca, mezcla sonora de un profundo temor e impresión. Ella preguntó:

-        -  ¿Qué te sucede?

-        -  Tobías la miro de arriba abajo sin decir una palabra.

-     - ¿Me puedes ayudar? Necesito atar los cordones de mis zapatos ¿Podrías sostener mi mochila un minuto?

Tobías reaccionó, soltó un balbuceo que en algún extraño dialecto pareció haber dicho “sí” y estiró sus manos con tan poca delicadeza que ella soltó una carcajada. Clara retiró el morral de su espalda y lo depositó en los largos brazos de Tobías, este, aun pasmado y nervioso, se complicó al extremo de no recibir de buena manera el objeto cayendo al suelo de manera estrepitosa, la mochila se abrió y algunos libros y cuadernos se esparcieron por el suelo, una dulce fragancia de frutilla invadió el metro cuadrado de su primer encuentro. Clara exclamó:

-       -  ¡Se me reventó el Yogurt! ¡Nooo, y metí todo junto!

Con actitud felina – que bien le hubiera sido ayuda hace algunos instantes atrás- Tobías se abalanzó sobre los desparramados libros, al tocar el primero y mirar alrededor se dio cuenta de que todos y cada uno de ellos estaban manchados con el explosivo lácteo. Los fue recogiendo uno por uno, la mayoría estaban nuevos, de hecho, pensó que ni siquiera habían sido abiertos alguna vez. Improvisó una servilleta con los puños de su camisa leñadora, mala idea, cada solución que intentaba proveer se transformaba en una cómica arma letal. Clara, quien no se exaltó más que por la pérdida de su almuerzo light, le habló mientras reía y ataba sus agujetas.

-      -   No te preocupes, déjalo así. Tenía que devolverlos en la biblioteca, ahora tendré que buscar la forma de limpiarlos, no creo que los reciban en este estado.

No había escapatoria, esta vez, Tobías debía hablar:

-     -   Lo sé, discúlpame, sólo intentaba ayudar. Conozco una librería en el centro, podría llevarlos para ver si pueden limpiarlos, si no tuviese solución, tendré que pagártelos, es lo menos que puedo hacer…fue mi culpa.

-   -  ¿Te los estoy cobrando? No seas grave, aparte no tuve ni tiempo de hojearlos, los saqué para una amiga que se fue al sur unas semanas, detesto profundamente la literatura.

Tobías sintió esas últimas palabras como una daga en la sien, todo su orgullo había sido destruido con las francas palabras de Clara, lo único que de momento lo hacía sentir bien era que su corazonada era correcta, ella jamás había tocado los libros, y al parecer, su amiga tampoco. El tono de su voz cambió, se hizo parco, de ultratumba, denotaba su enojo frente a semejante arenga por parte de ella:

-   -  Mira, si quieres podemos hacer lo siguiente: vamos a la biblioteca, vemos qué nos dicen y en función de aquello tomamos una decisión, sigue en pie mi oferta de llevar a restaurar los libros y de no tener arreglo, pagar por ellos. ¿Estás muy ocupada ahora?

-    -  No, de hecho, no pretendía entrar a clases, detesto Hermenéutica, no entiendo nada.

-    -  ¿Qué estudias?

-  Filosofía.

-    -  ¿Y no te gusta la Literatura?

-    -  No ¿eso es un crimen? ¿Qué estudias tú?

-   -  Literatura.

-   -  Entonces claramente es un crimen, no quise ofender.

-   -  No me ofende, pero lo encuentro extraño.

-   - ¿Por qué? si se puede saber.

-  -  Porque grandes filósofos han creado personajes para exponer sus ideas, Nietzsche creo a Zaratustra, Platón se expresó a través de sus diálogos… deberías saberlo…creo.

-  -   ¿Tú crees? A mí me va el sentido común.

-  -   Eso explica muchas cosas.

-  -  ¡Qué feo! ¿Es un tipo de ofensa?

-  -  No, no…no me malinterpretes ¿ podemos ir a la Biblioteca? Tengo clases en un rato.

-  - Vamos señor sabelotodo.

Por primera vez, Tobías esbozó una sonrisa. Caminaron juntos a la biblioteca, no los rodeaba ningún aura, nada había sido desatado aun, solo un empalagoso olor a frutilla los seguía como si fuera sus sombras.