sábado, 30 de mayo de 2015
miércoles, 6 de mayo de 2015
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Tobías se dio cuenta que amaba a
Clara desde hace por lo menos 3 años, la conoció al entrar a estudiar
Literatura en la Universidad de Chile. La primera vez que el la vio, estaba
acompañado de las amarillentas páginas de un libro de Kerouac que solo leía en
movimiento, podía ser una micro o un taxi, un colectivo o bicicleta, daba
igual, pensaba para sí que era la única forma de honrar la dinámica del road
trip y a uno de sus autores favoritos. Estaba sentado en una de las viejas
bancas de la facultad, solo vasto hojear el libro que tenía entre manos y
volver la mirada al frente cuando de pronto se encontró con una chica delante
de sus narices, no pudo disimularlo y emitió un extraño sonido con su boca,
mezcla sonora de un profundo temor e impresión. Ella preguntó:
- - ¿Qué te sucede?
- - Tobías la miro de arriba abajo sin decir una
palabra.
- - ¿Me puedes ayudar? Necesito atar los cordones de
mis zapatos ¿Podrías sostener mi mochila un minuto?
Tobías reaccionó, soltó un balbuceo
que en algún extraño dialecto pareció haber dicho “sí” y estiró sus manos con
tan poca delicadeza que ella soltó una carcajada. Clara retiró el morral de su
espalda y lo depositó en los largos brazos de Tobías, este, aun pasmado y
nervioso, se complicó al extremo de no recibir de buena manera el objeto
cayendo al suelo de manera estrepitosa, la mochila se abrió y algunos libros y
cuadernos se esparcieron por el suelo, una dulce fragancia de frutilla invadió
el metro cuadrado de su primer encuentro. Clara exclamó:
- - ¡Se me reventó el Yogurt! ¡Nooo, y metí todo
junto!
Con actitud felina – que bien le
hubiera sido ayuda hace algunos instantes atrás- Tobías se abalanzó sobre los
desparramados libros, al tocar el primero y mirar alrededor se dio cuenta de
que todos y cada uno de ellos estaban manchados con el explosivo lácteo. Los
fue recogiendo uno por uno, la mayoría estaban nuevos, de hecho, pensó que ni
siquiera habían sido abiertos alguna vez. Improvisó una servilleta con los
puños de su camisa leñadora, mala idea, cada solución que intentaba proveer se
transformaba en una cómica arma letal. Clara, quien no se exaltó más que por la
pérdida de su almuerzo light, le habló mientras reía y ataba sus agujetas.
- - No te preocupes, déjalo así. Tenía que
devolverlos en la biblioteca, ahora tendré que buscar la forma de limpiarlos,
no creo que los reciban en este estado.
No había escapatoria, esta vez,
Tobías debía hablar:
- - Lo sé, discúlpame, sólo intentaba ayudar.
Conozco una librería en el centro, podría llevarlos para ver si pueden
limpiarlos, si no tuviese solución, tendré que pagártelos, es lo menos que
puedo hacer…fue mi culpa.
- - ¿Te los estoy cobrando? No seas grave, aparte no
tuve ni tiempo de hojearlos, los saqué para una amiga que se fue al sur unas
semanas, detesto profundamente la literatura.
Tobías sintió esas últimas
palabras como una daga en la sien, todo su orgullo había sido destruido con las
francas palabras de Clara, lo único que de momento lo hacía sentir bien era que
su corazonada era correcta, ella jamás había tocado los libros, y al parecer,
su amiga tampoco. El tono de su voz cambió, se hizo parco, de ultratumba,
denotaba su enojo frente a semejante arenga por parte de ella:
- - Mira, si quieres podemos hacer lo siguiente:
vamos a la biblioteca, vemos qué nos dicen y en función de aquello tomamos una
decisión, sigue en pie mi oferta de llevar a restaurar los libros y de no tener
arreglo, pagar por ellos. ¿Estás muy ocupada ahora?
- - No, de hecho, no pretendía entrar a clases,
detesto Hermenéutica, no entiendo nada.
- - ¿Qué estudias?
- Filosofía.
- - ¿Y no te gusta la Literatura?
- - No ¿eso es un crimen? ¿Qué estudias tú?
- - Literatura.
- - Entonces claramente es un crimen, no quise
ofender.
- - No me ofende, pero lo encuentro extraño.
- - ¿Por qué? si se puede saber.
- - Porque grandes filósofos han creado personajes
para exponer sus ideas, Nietzsche creo a Zaratustra, Platón se expresó a través
de sus diálogos… deberías saberlo…creo.
- - ¿Tú crees? A mí me va el sentido común.
- - Eso explica muchas cosas.
- - ¡Qué feo! ¿Es un tipo de ofensa?
- - No, no…no me malinterpretes ¿ podemos ir a la
Biblioteca? Tengo clases en un rato.
- - Vamos señor sabelotodo.
Por primera vez, Tobías esbozó
una sonrisa. Caminaron juntos a la biblioteca, no los rodeaba ningún aura, nada
había sido desatado aun, solo un empalagoso olor a frutilla los seguía como si
fuera sus sombras.
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