miércoles, 12 de agosto de 2015

Príamo: Dolor y Memoria

" ¡Ay, Ay! ¿ Qué le falta lamentarse a
 esta desgraciada que ha perdido su patria,
sus hijos y su esposo?

Eurípides. Las Troyanas 105 -107


Príamo, último rey de Troya, es por mucho - sino el más - trágico personaje de la Ilíada, a lo largo del poema, existe un tránsito de su figura desde el "don encantador de temperamento gentil en pensamiento, palabra y obra"(Standford, 2013,p.56) a un quiebre total en el canto XXIV, donde toda aquella atmósfera que envuelve al rey, tiene como trasfondo el profundo dolor ante la pérdida de uno de sus muchos hijos caídos en batalla, su primogénito, Héctor. Es en este último canto  donde se observa un despliegue de llanto, patetismo, súplica y al mismo tiempo, una gran valentía, piedad y recuerdo, un estado de pleno conocimiento intersubjetivo respecto del dolor de la pérdida, del destino y la finitud de la vida, en resumidas cuentas, de nuestra condición humana. Estas últimas escenas que darán conclusión al poema, son bastante cuestionadas en torno a la estructura general de la obra, de hecho se señala que: " El episodio es admirable y rezuma un espíritu tan distinto del de otras escenas de los poemas que algunos críticos lo consideran una adición de época posterior"(Lasso, 1963, p.304).Y es que esta es una de tantas posibilidades, como también lo es la propia intención de quien narra:

"Homero, a medida que describía escena tras escena de carnicería y pasión en la Ilíada, puede haber sentido la necesidad de algún símbolo de fe en la humanidad, alguna esperanza de salvación del Minotauro que acecha en el laberinto de la pasión dominante de cada hombre, si quería escapar a la desesperación. La última escena entre Príamo y Aquiles en la Ilíada procuró una respuesta al problema del dolor y la muerte. Pero su resignación trágica, por toda su sombría magnificencia, es desoladora y sin esperanza"(Standford, 2013, p.66)

Este ensayo no se propone un objetivo específico, sino realizar una serie de reflexiones en torno al canto XXIV y en él, la figura del Rey Príamo, una temeraria radiografía del dolor del rey no solo a partir de Homero, sino de diversos autores que refieren la escena específica del encuentro con Aquiles,  como también de todos aquellos autores que perciben y dan énfasis a otras circunstancias dentro del desenlace de este poema de la guerra, pero además un poema que nos ilustra una de las facetas humanas más realistas, aquella que nos habla dolor en sus diversas formas de expresión. Lo que señalo no pretende ser una mera abstracción, el canto XXIV posee una serie de elementos que escenifican el dolor profundo de Príamo, su familia y pueblo, en ninguna parte encontraremos alguna cuota de humor o comicidad, el panorama es totalmente desolador, y es bajo aquel aura que rodea cada momento del canto en la que se desenvuelven una serie de expresiones de relacionadas con la piedad y  el dominio de sí, no como una solución al dolor sino como parte de aquella fuerza de la memoria y el reconocimiento en el dolor entre los seres humanos. En este sentido, no pretendo referir el último canto de manera lineal, relatando de manera ordenada cada uno de sus acontecimientos y pormenores, más bien, esta es una exposición libre respecto de algo sumamente complejo de explicar como lo es un terrible sentimiento de tristeza.

La interpretación del último canto, muchas veces establece como referencia esencial  el impactante encuentro entre Príamo y Aquiles, una escena estremecedora,  pero también es posible encontrar quienes a partir de otra situación del canto reflejan esta atmósfera total de dolor en Príamo, tal como el poeta griego Konstantino Kavafis en su poema "viaje nocturno de Príamo (1893)",  el cual se desenvuelve luego de la muerte de Héctor, cuando el rey en forma desesperada reúne el tesoro para pagar el rescate del cuerpo de su hijo y emprende en medio de la noche el viaje hacia el campamento enemigo. El profesor Miguel Castillo señala que el momento en que el poema se desarrolla y fija su atención, es aquel donde " desaparecen dioses y hombres y palabras que pueblan el texto homérico. Aquellos no existen: y si existieran, no están involucrados en las cosas humanas" (Castillo, 2015, p.241). Así es, puesto que en el nocturno desierto del dolor se viaja en soledad, es un momento completamente irracional, donde las consecuencias de cualquier acción emprendida no oprimen y tienden a desaparecer,  el terrible objetivo es lo más punzante, nada advierte Príamo a su alrededor, al encontrarse bajo el pleno efecto de la desesperación y desolación, sólo piensa en llegar a su destino lo antes posible, absoluta incertidumbre, "no hay un final, este queda en el terreno de lo incierto"(Castillo, 2015, p.241). El poema cierra de la siguiente manera:


"Tenebroso extiéndese el camino/Lúgubre
gime el viento y se lamenta.
Grazna a lo lejos un ominoso cuervo.

Aquí el aullido de un perro se escucha; / allí,
cual susurro una liebre de rápidos pies cruza.
El rey azota, azota los caballos.
Sombras de la llanura despiértanse / siniestras,
y se preguntan por qué con tanta prisa

vuela el Dardánida hacia los navíos
de argivos asesinos y de aqueos / funestos.
Pero el rey a esas cosas no atiende;

basta que su carro veloz, velos corra".

Viaje Nocturno de Príamo (1893). Konstantino Kavafis[1].


El dolor, es un protagonista transversal a lo largo del canto XXIV, interesa puesto que nos remite no tan solo de una experiencia de sufrimiento en el ámbito privado, entre ellos  Príamo, Hécuba, Andrómaca, Helena, Paris, hermanos y hermanas de la víctima, sino el dolor de todo un pueblo, es decir, de su carácter público, destacando la importancia social de las honras fúnebres, del llanto y el duelo de una comunidad que no se entrega tan solo  al dolor que siente su rey por ser rey, sino que además, lo interpreta como un signo de desesperanza ante aquello que a los habitantes les espera, es decir, la decadencia de Ilión. Aun así, existe un vínculo directo entre el dolor del rey y el pueblo troyano,  sea por buena voluntad  o temor, la comunidad se involucra en las tareas que propiciarán el desarrollo de la ceremonia la totalidad de días que esta haya de durar. La escena nos invita a pensar en la posibilidad de un dolor público: " Venid a ver a Héctor, troyanos y troyanas, si otras veces os alegrasteis de que volviese vivo del combate; porque era el regocijo de la ciudad y de todo el pueblo"(XXIV 704 -707).  La comunidad así,  se compromete de manera práctica ante el dolor:


"la gente del pueblo, unciendo a los carros bueyes y mulos, se reunió fuera de la ciudad. Por espacio de nueve días acarrearon abundante leña; y cuando por décima vez apuntó la aurora, que trae la luz a los mortales, sacaron los ojos preñados de lágrimas, el cadáver del audaz Héctor, lo pusieron en lo alto de la pira, y le prendieron fuego" (XXIV 782-788).


De esta manera,  se puede observar la disposición que asume el pueblo respecto de la honra del cadáver de Héctor. Príamo increpa a algunos de los troyanos que se encontraban siendo testigos  al frente de su pórtico de la escena en donde comienza a juntar los variados tesoros para pagar el rescate del cuerpo, sus palabras son duras y exhiben tanto la desesperación frente a un momento de tanto sufrimiento como lo es la pérdida de un hijo, no cualquiera, sino el más grande guerrero: " Muerto él, será mucho más fácil que los argivos os maten" (XXIV 239-247). La recuperación del cadáver es lo único que importa en estos momentos: "Y si mi destino es morir en las naves de los aqueos de broncíneas túnicas, lo acepto: que me mate Aquiles tan luego como abrace a mi hijo y satisfaga el deseo de llorarle"(XXIV 217-228). El pueblo de Ilión, comulga con el dolor y contribuye por diversos motivos, esto debido a que:

era una obligación inexcusable de los familiares, amigos y deudos del fallecido al rendirle a éste las honras fúnebres. Dicha obligación tenía una vertiente altruista y piadosa, por cuanto se estimaban los ritos fúnebres necesarios para el reposo del espíritu del difunto, y también una meramente egoísta, habida cuenta de que el incumplimiento de este deber podía acarrear la cólera de los dioses del propio muerto" (Gil, 1963, p.457).


Otro hecho, ahora relacionado con el ámbito privado, refiere al momento en que Hécuba recomienda una libación a Príamo antes de partir en su viaje rumbo a la tienda del Pélida. Encomendarse a una divinidad en tan compleja situación siempre es necesario, la piedad de los dioses ante tamaño arrojo al marchar en búsqueda del cadáver al campamento enemigo y, sobre todo, ante  la posibilidad del no retorno,  es una señal divina puede marcar la diferencia entre el éxito o fracaso de la misión, así, la compañía de cualquier tipo de manifestación, en este caso un águila (percnón), es un indicio de buen agüero. Príamo está completamente imbuido al igual que sus más cercanos en un estado total de desamparo, cualquier atisbo de esperanza será bien recibido, por lo que: "oró, de pié, en medio del patio; libó el vino, alzando los ojos al cielo"(XXIV 302-308). Príamo siente una mayor confianza al contar con la venia de los dioses para resolver tan terrible situación, aun así pregunta a su mujer: "¿Qué piensas acerca de esto ? Pues mi mente y mi corazón me instigan a ir allá, hacia las naves al campamento vasto de los aqueos" (XXIV 194-200). ¿Qué padre no hubiese sentido esta persistente fuerza que lo libera de cualquier atadura o consecuencia mortífera en medio de tamaña incertidumbre y feroz sufrimiento?
Otro pasaje que refleja el completo estado de dolor en el ámbito privado, es aquel que podemos observar a través de los ojos de Iris, mensajera a quien Zeus envía para informar de las condiciones en las cuales se llevará a cabo  el rescate del cuerpo de Héctor.  Al llegar al palacio del rey Príamo, la panorámica que nos ofrece es terrible, una escenificación del dolor en términos absolutos, el sufrimiento domina el ambiente y los comportamientos de cada uno de aquellos que están presentes asumen desgarradoras performances, todos se encuentran abatidos, hombres y mujeres entristecidos por sus pérdidas familiares producto de la guerra:

"oyó llantos y alaridos. Los hijos, sentados en el patio alrededor del padre, bañados sus vestidos con lágrimas. y el anciano aparecía en medio, envuelto en un manto muy ceñido, y tenía en la cabeza y en el cuello abundante estiércol que al revolcarse por el suelo había recogido con sus manos. Las hijas y nueras se lamentaban en el palacio, recordando los muchos varones esforzados que yacían en la llanura por haber dejado la vida en manos de los argivos" (XXIV 159-171)


La escena es brutal, la figura del padre es entristecedora, el último monarca de Ilión es un rey sufriente, que raya en la irracionalidad,  caído, derrotado, abatido por el peso del dolor. Pero no es sólo él quien se encuentra en un estado de total abandono y desconsuelo. Príamo, luego de las honras fúnebres, sucumbirá de todas formas al momento de Ilión ser tomada por los enemigos, el pacto entre Aquiles y el rey troyano tenía fecha de caducidad: "Durante nueve días le lloraremos en el Palacio, en el décimo le sepultaremos y el pueblo celebrará el banquete fúnebre, en el duodécimo erigiremos un túmulo sobre el cadáver y en el duodécimo volveremos a pelear, si necesario fuere."(XXIV 659-668).  Luego de las honras, las hostilidades se reanudaron y tuvieron como consecuencia su propia muerte, esto no se observa en el desarrollo final del último canto de la Ilíada, pero aún así, ofrece una visual respecto del fatal destino que envuelve a Príamo y su pueblo:

"Después de caída Troya, Príamo, que había visto perecer a todos sus hijos, se acogió al templo, y abrazó a Erceo y ante la vista de su desdichada esposa Hécuba, Pirro, el hijo de Aquiles, le traspasó con su espada, aunque Lesques -uno de los poetas cíclicos- dice que fue arrancado del templo y muerto a la puerta de su palacio"(Erradona, 1954, p.1370).

Independiente de cuál sea el relato más ajustado a lo acontecido, existe incluso una versión diferente en la cual el rey Príamo es asesinado por un hijo guerrero del Pélida, en ella se señala que fue "arrastrado por Neoptólemo hasta la tumba de Aquiles, en las afueras de la ciudad, y le habría dado muerte en este lugar"(Grimal,1982, p.453). Quizás lo único que se nos permita afirmar con seguridad, independiente de las diversas interpretaciones sobre la muerte del rey, es el hecho de que "el cadáver quedó insepulto"(Grimal, 1982, p.453). Sus esfuerzos por recuperar el cuerpo de su hijo para honrarle no coinciden necesariamente con un destino similar para su figura, para el rey Príamo no existió tal ceremonia.
Para despejar algunas dudas en torno a la muerte del rey, creo que es fundamental remitirse al gran poeta trágico Eurípides (480- 406 a.C), específicamente en su obra "Las Troyanas",  que destaca las consecuencias de la guerra, puesto que con la muerte de Héctor, Príamo y una gran cantidad de guerreros troyanos la historia no culmina, son los hijos, hijas, mujeres, ancianos y ancianas quienes tendrán que atenerse a las condiciones de victoria de los argivos, esta es la verdadera desgracia, la más terrible decadencia de Troya. Mujeres que serán tomadas y repartidas como botín, llevadas a los diversos confines de Grecia,  la vida de niños sometidas a un escrupuloso criterio que transita desde el temor a la venganza futura o eliminar aquella posibilidad de raíz. En este sentido,  Héctor luchaba porque sabía cuál sería el destino de su pueblo de perder en la afrenta, así le increpa a Andrómaca la imposibilidad de dar un paso atrás en la lucha, de ello depende la libertad de su mujer e hijo: " no me importa tanto como la que padecerás tú cuando algunos de los aqueos, de broncíneas lorigas, te lleve llorosa, privándote de libertad y luego tejas tela en Argos, a las órdenes de otra mujer"(VI 440-466).  Eurípides, describe esta funesta situación a lo largo de "Las Troyanas", en la cual Hécuba, mujer de Príamo se transforma en una mediadora de la forma en que será llevado a cabo la repartición del botín entre los enemigos, Eurípides se ciñe a través de sus lamentaciones a uno de los relatos sobre la muerte Príamo, quizás el que a su juicio sí fue el más probable o se ajustaba de mejor manera a las necesidades de su obra dramática:

" Era reina y casé con un rey; luego engendré hijos excelentes, no sólo por el número, sino los más sobresalientes de los frigios. Ninguna mujer troyana, griega o bárbara, podrá jactarse de haber parido tales. Mas los vi caer bajo la lanza helena y mesé mis cabellos ante sus tumbas. A Príamo que los engendró lo lloré no porque conociera su muerte de otros labios, sino que yo misma - con estos ojos- vi cómo lo degollaban sobre el fuego del hogar y cómo destruían mi ciudad. Mis hijas, a quienes eduqué con esmero la virginidad para la honra y prez de sus esposos, para otros las eduqué, las han arrancado de mis brazos. Y ni ellas tienen esperanza de volver a verme ni yo misma las veré jamás. Y lo último, la cornisa de mis lamentables males: yo que soy una anciana voy a llegar a la Hélade como esclava"(Las Troyanas 473- 491)


El dolor y la desesperanza, se entremezclan para tejer un destino plagado de tristeza, la lamentación de Hécuba es conmovedora y refleja el absoluto desamparo en el que quedaron los habitantes de Troya al perder la guerra, el desenlace de este episodio es el más cruel, puesto que en la afrenta el que pierde lleva la peor parte, nuevamente un giro hacia el dolor de un pueblo en su conjunto. De ahí que la terrible atmósfera que envuelve tanto a Héctor y Príamo a lo largo de la Ilíada culmine en un desenlace que prescinde de ellos por completo, con sus muertes todo está perdido, nada queda para Ilión. Así, no es exagerado estimar que a pesar de lo que se pueda interpretar o pensar al respecto ambos son:

"las dos figuras más trágicas de hombres civilizados en la Ilíada condenados a luchar y a morir en este conflicto bárbaro[...] Da por hecho Homero que en un mundo de griegos hostiles y de guerreros troyanos ineludiblemente tiene que haber Andrómacas de luto por los maridos gentiles [...] En el marco convencional de la poesía heroica tiene siempre que haber perdedores injustos como Héctor además de ganadores con merecimiento como Odiseo. Homero lo acepta como una condición esencial tanto de su género literario como de las sociedades militares, pero no lo hace sin compasión"(Standford, 2013, p.65).


Hasta ahora el recorrido de estas reflexiones no se ha centrado en el potente encuentro entre Aquiles y Príamo, esto debido a que con mucho es el momento que más destaca dentro del canto XXIV, para este ensayo decidimos dejarlo para el final, pues es en este encuentro donde se expresa el dolor más funesto de un padre que perdió a su hijo y aquel del guerrero que perdió a su mejor amigo producto de su cólera implacable. La escena no prescinde de la intervención de los Dioses, ellos propician la devolución del cadáver, en parte porque Héctor era el  hombre de Ilión más querido por Zeus al nunca faltar en sus respectivas ofrendas y sacrificio, en parte, por rechazar tajantemente la forma en que Aquiles expresa su dolor e ira:

 "Nunca le pasaba inadvertido el despuntar de la Aurora sobre el mar y sus riberas; entonces uncía al carro los ligeros corceles, y atando el cadáver de Héctor, lo arrastraba hasta dar tres vueltas al túmulo del difunto Menetíada; acto continuo volvía a reposar en la tienda, y dejaba el cadáver tendido de cara al polvo". (XXIV 1-22)

Aquiles, en su dolor ha extraviado todo sentido de piedad para con el enemigo, este se transforma en un objeto de tortura y descarga de la más cruel venganza ante la inmovilidad funesta de la que es preso, aquella que le recuerda que su amigo Patroclo jamás volverá a la vida, ante tan terrible espectáculo los Dioses expresan que "ni siquiera conserva el pudor que tanto favorece o daña a los varones"(XXIV 33-55). Aquí un problema, puesto que si bien los dioses son aquellos que propician la devolución del cadáver, la última palabra la tiene A quiles, él es quien decidirá finalmente si ante el rescate aceptará el mandato Olímpico o no, así se nos entrega al más profundo estado de tensión dentro del canto, la solución divina se resuelve de una manera bastante concreta:

"No porque Aquiles sea muy superior a Héctor puede permitírsele esta venganza impía. No por imposición, sino por un acto libre de Aquiles, restablece Zeus el equilibrio entre el principio de una justicia distributiva, fundada sobre el valor personal de cada uno, y una justicia reparadora, fundada sobre la igualdad de los individuos"(Lasso, 1963, p. 305).

El momento del encuentro entre Príamo y Aquiles es sencillamente desgarrador. El rey "entró sin ser visto, y acercándose a Aquiles, abrazóle las rodillas y besó aquellas manos terribles, homicidas, que habían dado muerte a tantos hijos suyos" (XXIV 468-486). Aquiles y  los guerreros que lo acompañaban quedan absolutamente sorprendidos de ver al viejo Príamo suplicante. Aquí, se inaugura un momento notable, donde se entremezclan una serie de sentimientos relacionados con el dolor, la piedad e incluso la idea de que el sufrimiento es un lenguaje manifiesto en cada uno de nosotros, un signo que puede desatar en el otro la memoria y embargarnos de recuerdos que nos alejan de la altivez y la individualidad para reconocer en el otro aquello que nos ha hecho decidirnos por una u otra actitud. El gesto de Príamo, es sólo la chispa que encenderá un espacio de encuentro entre hombres mortales:

El penoso espectáculo de la genuflexión ante otro y el abrazar las rodillas son manifestaciones escultóricas de la piedad y la vergüenza. La formalización rigurosa de la conducta de Príamo como suplicante, produce un intensificado sentido de comunicación entre participantes. (Zecchin, 2000, p.61)

Sólo basta atender las palabras del anciano Príamo para tomar en cuenta cuan punzantes resultaron ser para el Pélida : " Respeta a los dioses, Aquiles, y apiádate de mí, acordándote de tu padre: yo soy aún más digno de compasión que él, puesto que me atreví a lo que ningún otro mortal de la tierra: a llevar a mis labios la mano del hombre matador de mis hijos."(XXIV 486 -507). La escena conmueve al guerrero,       "por primera vez estos dos hombres pueden contemplarse frente a frente y de su mutua mirada nace el conocimiento. ira y odio y dolor se desvanecen en esa mirada"(Lasso, 1963, p.307), éste es transportado hacia el recuerdo de su padre Peleo, a quién sabe no volverá a ver jamás, a quién ya no podrá defender, su divino destino estaba escrito de antemano: el Pélida se encontraba condenado a morir joven, lejos de su hogar y seres amados, sólo le quedará la vacía gloria y fama. La terrible súplica que emite el anciano Príamo "solicita un acto de la memoria y la clase de memoria que él busca en Aquiles es la que Homero busca en los oyentes: una recreación en términos emocionales de aquello que las penas son (Zecchin, 2000, p.66). El llanto se apodera de la escena, el dolor en ambos es evidente, el espectáculo en la tienda del Pélida está matizado por la memoria y el sufrimiento:

"El rostro ausente y amado de Peleo, evocado por Príamo y convertido en ideal de referencia, había hecho recogerse a Aquiles en reminiscencias de inmensa ternura. Príamo no era ya para él Príamo, sino el anciano, la imagen viva de su ausente padre"(Lasso, 1963, p.306).

Aquiles, vuelve en sí y aleja las manos de Príamo, al momento comienza a esbozar su explicación de las tinajas de Zeus, desde la cual el Dios condena por azar o suerte al bien y al mal a unos y otros hombres. Es el destino,  es lo que nos tocó, no hay una real explicación para tanto dolor, es simplemente lo que fue dispuesto, el mismo Aquiles termina su exposición refiriendo a Príamo la muerte de su hijo: " Súfrelo resignado y no dejes que se apodere de tu corazón un pesar continuo, pues nada conseguirás afligiéndote por tu hijo, ni lograrás que se levante; y quizá tengas que padecer una nueva desgracia"(XXIV 518 - 552). En este instante, personalmente, considero que se dejan entrever algunas situaciones que a mi parecer demuestran el impacto de las súplicas del anciano sobre un Aquiles consciente, que ha recuperado en parte la piedad pero no sin resguardo. En primer lugar, es relevante destacar el trato que finalmente se le da al cuerpo de Héctor antes de su entrega definitiva al padre, si bien se produce una discusión en torno a la desesperación del  anciano y el intento del Pélida por contenerlo sugiriéndole a éste que tome asiento, Aquiles sale de la tienda y :

"llamó entonces a los esclavos y les mandó que lavaran y ungieran el cuerpo de Héctor, trasladándolo a otra parte para que Príamo no lo advirtiese; no fuera que, afligiéndose al ver a su hijo, no pudiese reprimir la cólera en su pecho e irritase el corazón de Aquiles, y éste le matara, quebrantando las órdenes de Zeus. Lavado ya y ungido con aceite, las esclavas lo cubrieron con la túnica y el hermoso palio; después el mismo Aquiles lo levantó y colocó en un lecho, y por fin los compañeros lo subieron al lustroso carro"(XXIV 571-592)

Aquí se destaca la doble función, tanto piadosa respecto del cuidado del cuerpo y por otra la de la propia seguridad, muy viejo podrá ser Príamo, pero ante el dolor de ver el cuerpo de su hijo sin duda puede reaccionar de manera adversa y con sus últimas fuerzas intentarle asesinar. Aún así, la reconvención posterior que se realiza Aquiles respecto de su amigo Patroclo es fundamental para comprender la situación: "No te enojes conmigo, oh Patroclo, si en el Hades te enteras de que he entregado el cadáver del divino Héctor al padre de este héroe, pues me ha traído un rescate digno, y consagraré a tus manes la parte que te es debida"(XXIV 592-596). Aquí es posible apreciar que dentro de todo, el cuantioso rescate pagado por Príamo es de importancia, al  principio del poema la cólera de Aquiles está gatillada precisamente por una injusticia en la repartición de un botín de guerra, el pago dentro de todo es justo: peplos, mantos, tapetes, túnicas, talentos de oro, trípodes y calderas, tamaño tesoro equilibra la decisión de entregar el cuerpo del matador de su amigo.
A continuación, se desarrolla la escena del banquete, la cual tiene por objeto presentar la idea de que ante el más profundo dolor, ante la más cruenta adversidad ""todos somos hombres. También el heroísmo tiene sus límites."(Jaeger, 1962, p.121). Ese límite es la primacía de la naturaleza humana con sus necesidades fisiológicas inherentes, sin alimento nuestro cuerpo no puede pensar en nada, no puede sufrir por nada, la angustia puede alejarnos de la necesidad alimentarnos, de hecho "no otra cosa es la escena final de la Ilíada, Cuando Aquiles invita al Afligido Príamo, tras la entrega del cadáver de su hijo, a comer y a beber, y cita el ejemplo de Niobe, afligida por el más profundo dolor materno"(Jaeger, 1962, p.121). Príamo no había comido ni bebido desde la muerte de su hijo, es por esto que Aquiles refiere "cuidemos nosotros de comer, y  más tarde cuando hayas transportado el hijo a Ilión, podrás hacer llanto sobre el mismo. Y será por ti muy llorado"(XXIV 599-620).  ¡Come y Descansa Príamo!¡ No te olvides de que eres un ser  mortal! Esto parece señalar Aquiles al anciano, la tristeza no puede hacer sucumbir al rey, si quiere llorar a su hijo implicando todo su dolor y vida psíquica, debe atender primero a su propia fortaleza. El pélida ofrece lecho al rey, éste se asegura de pactar las condiciones que permitan rendir las honras a su amado hijo, Aquiles le da su mano para sellar el cese de las hostilidades durante los días que se le solicitan. Por la noche, Príamo es despertado por Hermes quien le asegura que es el mejor momento de emprender su regreso a Ilión, la escena del viaje se repite, esta vez, con el cuerpo de su hijo dentro del carro.

La escena del encuentro entre Príamo y Aquiles es profundamente humana, no por nada se refiere que "no es lo suyo un reconocimiento, sino un conocimiento de su esencia de hombres"(Lasso, 1963, p.307). Ambos están marcados por el devenir pernicioso de la guerra, ambos han perdido aquello que aman, ambos están sujetos indefectiblemente al dolor, uno de carácter inexpugnable. Príamo en su encuentro con el Pélida "acaba descubriendo en él la humanidad del hombre. Al revelársele como hombre le parece semejante a un dios"(Lasso, 1963, p.308). No hay resolución más cierta de este conflicto que aquella que asevera que "la comunidad entre Aquiles y Príamo se funda en el sentimiento de común mortalidad"(Zecchin,2002, p.123). Una profunda radiografía del dolor humano, del conocimiento de nuestra condición a partir de la pérdida de aquello que amamos, un recordatorio intemporal que imprime en nuestros pensamientos la reflexión en torno a qué es aquello que nos hace ser lo que somos.

 En este caso, no cabe la pregunta por el sentido de la justicia, más sí  la de la  igualdad, aquella que no se puede buscar bajo los parámetros de la fama y la gloria donde sólo unos pocos triunfan. En aquel mundo de héroes donde no se siente la opresión del futuro, la única forma que existe de hacernos entender aquel sentido de igualdad, es en la comunión en el dolor, no la comunión de la victoria, es la pérdida, la tristeza y el sufrimiento aquel lugar que no distingue entre reyes y semidioses, sea como sea que se manifieste e indistintamente de su gradación (según parámetros que nosotros mismos nos hemos ofrecido), el dolor es la instancia más igualitaria en la vida de los seres humanos, puesto que no discrimina a nadie, es un fenómeno social total. Es por esto, que la figura del rey Príamo despertó mi atención y decidí dedicarle este ensayo, porque es un recordatorio de cuánto han cambiado las cosas para nosotros, el dolor en la sociedad moderna ya no es una instancia de conocimiento del otro, lo evitamos, no hay un compromiso para con el dolor de los demás, desde aquellos compatriotas que hoy mueren esperando por una atención digna en algún pasillo de hospital, a las madres de detenidos desaparecidos que como ánimas deambulan en busca alguna información que les ayude a encontrar a sus seres queridos, la diferencia con Príamo, es que ellas no saben qué manos besar y a cuáles rodillas aferrarse, puesto que no saben quién fue el matador de sus seres amados, nosotros, hacemos la vista gruesa y quizás podríamos hacer algo más, quizás al menos acarrear la madera para comprometernos con su dolor y finalmente, algún día, rendirles las honras fúnebres que merecen.

Bibliografía
Castillo Didier, Miguel. 2015. "Príamo y Edipo. Desde la épica y la tragedia antiguas a un          lírico moderno: Kavafis". En: Pensando Grecia, Pensando América. Centro de     Estudios Griegos Bizantinos y Neohelénicos, Facultad de Filosofía, Universidad de          Chile, Santiago, Chile.
Erradona, Ignacio (Dir). 1954. Diccionario del mundo clásico. Tomo II. Editorial Labor,            Barcelona.

Eurípides. 2000. Tragedias II. Traducción: José Luis Calvo Martínez, Madrid, Editorial Gredos.

Grimal, Pierre. 1982. Diccionario de mitología Griega y Romana. Barcelona, España.

Homero. 1994. La Ilíada. Traducción de Luis Segalá y Estalella. Barcelona,         Edicomunicación.

Jaeger, Werner. 1962. Paideia:  los ideales de la cultura griega; trad. de Joaquín Xirau,                Wenceslao Roces. -2a ed. México, Fondo de Cultura Económica.

Lasso de la Vega, José S. 1963. “Ulises y su mundo de ideales éticos”, en “Ética             homérica”, Adrados, R. y otros (L. Gil Ed.): Introducción a Homero, Madrid,            Ediciones Guadarrama.
Stanford, W.B. 2013. El tema Ulises. Madrid, Editorial Dykinson.

Zecchin de Fasano, G. C. 2000. Memoria y funeral: Príamo y Aquiles en Ilíada    XXIV.472-551. Synthesis, 7. p. 57-68.

Zecchin de Fasano, G.C. 2002. Temor y compasión en los poemas Homéricos. Synthesis,           vol 9. 109-128.






[1] Traducción: Miguel Castillo Didier. El artículo del que fue extraído el poema es: "Príamo  y Edipo. Desde la épica y la tragedia antiguas a un  lírico moderno: Kavafis". En: Miguel Castillo Didier (2015) Pensando Grecia Pensando América. Centro de Estudios Griegos Bizantinos y Neohelénicos, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. 

martes, 4 de agosto de 2015

Odiseo y el Lenguaje: Sobre el epíteto de polytropos.


Odiseo y el Lenguaje: Sobre el epíteto de Polytropos
            ¡Oh corazón! orienta tu versátil carácter según todos tus amigos,
al encuentro de la querencia que cada uno tiene.
Procúrate la querencia del pulpo de tantas dobleces,
 que se muestra talmente en la forma de la piedra a la que se adhiere.
 Sigue ahora un color, después hazte de otro.
 La listeza tiene más fuerza que la inflexibilidad

Teognis de Mégara

Finalizada la guerra de Troya, Odiseo y su tripulación emprenden el retorno hacia su natal Ítaca, una isla de la costa occidental de Grecia bañada de manera permanente por el mar Jónico, ya muy cerca de su arribo, específicamente al adentrarse en el cabo de Malea, una fuerza tempestiva desvía de su objetivo a Odiseo y su tripulación. Así, se inauguran las múltiples aventuras y desventuras vividas por este hombre que ansía desde lo más profundo de su alma volver a la tierra amada junto a sus familiares que no tienen noticia alguna de él desde hace más de diez años, momento en que decidió emprender rumbo a Ilión. "La Odisea", no evidencia tan solo la capacidad de Héroe de hacer frente a cada uno de los obstáculos que se presentan, puesto que en su tierra natal, Penélope y su joven hijo Telémaco viven su propia lucha frente a los múltiples politicastros que desean aprovecharse de la situación, beneficiándose de la riqueza y anhelando la posición que Odiseo dejó.

A diferencia de la Ilíada, poema en que las acciones se desenvuelven bajo un contexto de guerra y enfrentamientos heroicos, donde el clima espiritual de la obra en su conjunto tiende a revelar el "lamento romántico por un mundo heroico definitivamente cancelado e intenciones idealizadoras"(Lasso, 1963, p. 309), la Odisea refleja el comportamiento de los héroes en tiempos pacíficos, específicamente, un mundo donde se presenta "aun en medio de fantásticas aventuras de ensueño, el realismo de un mundo que se toca, ve y oye"(Lasso, 1963, p. 309). Odiseo en la Ilíada no es la principal figura del poema, respecto de su caso particular, no interesa tanto la cantidad de enemigos abatidos en diversas luchas con miras a alcanzar el honor y la gloria, o sus profusas habilidades en torno al dominio técnico de uno u otro tipo de arma en particular, sino que inaugura un nuevo espíritu, radicalmente diferente, afirmando incluso algunos autores que por todas aquellas características que lo definen "no es un héroe típico ilíadico (Lasso, 1963, p. 309)".

Es precisamente Odiseo quien encarna estos "nuevos ideales" que envuelven el poema, donde si bien sus cualidades están plenamente orientadas a la satisfacción de un noble y doloroso deseo personal, aventura tras aventura, demuestra éste un pleno dominio sobre sí mismo, siendo descrito como el personaje más representativo en torno a esta ésta característica  puesto que es " un hombre serio, maduro y enérgico, y, con toda su astucia, persigue una alta meta y la consigue gracias a su propia dureza. La férrea fuerza con la que domina los sentimientos, se resiste a la seducción y rompe las ataduras, es el nuevo tipo de heroísmo (Frankel, 1993, p. 94). Inclusive, este cambio no está circunscrito necesariamente a la figura de Odiseo, es todo el contexto mítico y social el que enriquece con su diversidad la historia en su conjunto, dejando entrever las diferencias espirituales entre ambos poemas  homéricos. Al respecto, se afirma:


"los personajes de la Odisea, empiezan, con su contención y astucia, a aislarse frente al mundo exterior. La persona ya no es un campo abierto de fuerzas, sino que el <<yo>> y el <<no-yo>> se separan, de manera que incluso el influjo divino es visto en su acción como algo externo"(Frankel, 1993,p.97)


El poema refleja la condición humana de Odiseo y la sociedad que lo rodea, una profunda afirmación sobre la propia experiencia como base del conocimiento y dominio de sí, " un eterno ideal de Humanidad, uno de los pocos Mitos perdurables del espíritu humano" (Lasso, 1963,p. 314). Odiseo es un hombre que sospecha de todo aquello que no está sujeto a su comprobación, toma decisiones fundadas en sus experiencias y enfrenta los peores dolores del alma, pero aun así, prefiere someter a su juicio aquello que proviene desde fuera de su entendimiento. La divina Atenea reconoce esta cualidad en Odiseo, incluso a pesar de cualquier tipo de inventiva que éste pueda esgrimir, el principio de sospecha de Odiseo lo previene de las dificultades que deberá enfrentar en su retorno a Ítaca - bastante reales por lo demás- pudiendo perder la vida en el intento de restablecer el orden a su favor. Dentro de todos aquellos reconocimientos y experiencias, una muy importante destacará, referida al encuentro con su amada mujer, donde la intimidad también está sujeta a un distanciamiento crítico por parte del héroe, cabe recordar que el tiempo y la lejanía han sido una gran prueba para el amor, la confidencia y la complicidad:

"Cualquier otro varón errabundo tuviera este gozo del regreso corriera al hogar para ver a los suyos; pero tú ni preguntas ni quieres noticias; prefieres por ti mismo probar a tu esposa; mas hete que ella, sin salir de su casa entre duelos se pasa las noches y entre duelos los días con lágrimas siempre"(XIII 333-338)


Y es que no debemos confundirnos al respecto, las cualidades de las que se vale Odiseo para cumplir sus objetivos están enmarcadas dentro de su voluntad por regresar a su tierra y hogar, es cierto, aquel es su principal rasgo, sin embargo, esto no contradice en ningún sentido la posibilidad de interpretar otras características que hacen del personaje principal de la Odisea un hombre modélico, aquel que refleja nuestra propia condición humana. Este trabajo tiene por objetivo interpretar la inteligencia de Odiseo desde las relaciones que son establecidas entre éste  y el uso del lenguaje en distintos pasajes a lo largo del poema, esto con el fin de intentar demostrar que parte de lo que se reconoce como "dominio de sí" está estrechamente relacionado con la capacidad del héroe de valerse en diversas circunstancias del lenguaje, ya sea tomando la forma de un criterio de civilidad o su adaptación a diversos contextos sociales, ya sea para narrar sus propios dolores o resguardarse frente algún peligro que la realidad le impone.

De esta manera, es posible ampliar en su definición uno de los epítetos con los que con frecuencia es denominado Odiseo, me refiero al de "Polytropos", hombre de muchas vueltas, aquel "multirrecursivo o politrópico a quien Helena califica de sutil y Atenor de elocuente" (Ramos, 1970), de "muchos artificios, el de las muchas tretas"(Castillo, 2013), "el de muchos recursos"(Gómez, 2000,p. 15), el " πολύμητις, rico en ingenio, y πολυμήχανος, rico en recursos "(Frankel, 1993), aquel que fue " obligado a dar muchas vueltas, de muchos viajes, de amplia experiencia" (Standford, 2013), o por último aquel admirado por Atenea, diosa de la sabiduría, puesto que es poseedor de "todas las cualidades de que ella más se enorgullece. Aun llega a encomiar sus embustes y bribonadas, aunque con su miga de ironía" (Bowra, 1983, p.29).

La metis Griega, se encuentra representada en los poemas homéricos en una suerte de habilidad cognitiva que se encuentra indefectiblemente comprometida con la práctica, definiéndose de manera general como una mixtura entre la astucia y la prudencia, se muestra en este sentido superior a la fuerza con la que se batían los héroes iliádicos, no representa una experiencia completamente heroica sino que está mucho más enraizada en el despliegue del ámbito cotidiano. Odiseo, destaca respecto de los demás héroes por el continuo dominio de su metis, proyectándola de manera práctica a lo largo de toda la Odisea. Es más, serán estas múltiples formas que adopta la inteligencia del personaje las que con el correr de los siglos se convertirán en un elemento a considerar respecto de su valoración o crítica por parte de aquellos que han realizado esfuerzos por interpretarlas, Odiseo es un héroe distinto a los demás debido a :

"la ambiguedad moral inherente a la característica que lo distingue entre los héroes homéricos, que es la inteligencia. La inteligencia, como indica Homero, es una cualidad neutra. Puede manifestarse como astucia baja y egoísta o como sabiduría excelsa y altruista. Entre estos dos polos, firmemente establecidos en el mito homérico arquetípico, el carácter de Ulises ha oscilado a lo largo de toda la tradición"(Standford,2013,p. 27)


Es decir, a pesar de la multiplicidad de epítetos que adornan la figura de Odiseo y de su valorización o animadversión en sus interpretaciones posteriores, todos los intentos que lo perfilan poseen una característica común, a saber, una inteligencia superior, el itacense es un héroe de las experiencias, "señor de la razón por sobre los temores. Odiseo es caudillo del raciocinio sereno frente a las fuerzas oscuras"(Ramos, 1970, P.24). Es común observar como parte de literatura posterior satura en forma despreciativa esta cualidad del personaje, transformándolo en un maestro del engaño y el timo, es caracterizado como un hombre que transita permanentemente entre el embuste y la falsedad, que se vale de tretas y argucias con tal de conseguir sus fines. Por ejemplo, "los detractores de Odiseo a finales del siglo V lo interpretaron peyorativamente en un sentido moral, como que "cambia a menudo de carácter, y por tanto inestable, sin principios y sin escrúpulos" ( Standford, 2013, 133).
Sobre la figura de Odiseo recaen una serie de apreciaciones que en sus fundamentos, poseen como premisa el problema de la verdad y lo verdadero, permitiendo gestarse así una ampliación de miradas en relación a la percepción sobre su figura. A modo de ejemplo, se puede observar como esta relación con la idea de verdad/falsedad opera para consolidar una explicación de la inteligencia de Odiseo, específicamente, en una de sus más grandes habilidades, me refiero a la forma en que Odiseo se transforma en una parte del poema, en relator de su propia historia: " Su habilidad como narrador estribaba precisamente en su capacidad para presentar como verdades lo que no era otra cosa que simples fabulaciones"(Gómez, 2000, 15). Sin embargo, ¿ Por qué hemos de suponer inmediatamente como falsedades aquellas historias relatadas por Odiseo ? ¿ Por qué si Odiseo es referente de lo "humano" se intenta considerarle como un ser que adolece de algo tan común en el ser humano como lo es su capacidad inventiva en torno a lo lingüístico y sus modalidades de expresión ?

 En algunos casos, pareciera ser que al idealizar nuestra condición humana, olvidamos a propósito referirnos a ella en lo que nos hace seres menos perfectos, incompletos e inexactos, esta es otra forma del peso que siempre ha tenido a lo largo de la historia la idea del error, de lo no verídico, de lo falso y no cierto,  es decir, olvidarnos en definitiva aquello que somos: seres que se comunican entre ellos, que todo mecanismo de expresión está ligado al lenguaje, por tanto, Odiseo, calcula, mide, sopesa y reconsidera no solo en los términos cognitivos disponibles asociados a la práctica directa, como el efecto de sus acciones sobre la realidad, sino que es capaz de medir el peso de sus palabras, y reconocer el efecto de ellas sobre fuera de sí mismo, un multirrecursivo lingüístico, que se sabe a sí mismo como portador de un lenguaje con el cual modela la realidad.

Con esto, no quisiera prescindir del substrato histórico social de ambos poemas, sino al hecho contrario, puesto que "más bien es conveniencia que libertad lo que sugiere la admisión de la guerra de diez años, y la de Aquiles, Héctor y Odiseo y todos los otros nombres famosos, como útiles denominaciones de un rey X y un capitán Y desconocidos" (Finley; 2008, p.64). Ejemplo de esto, sería justamente el momento en la Odisea en que las "simples fabulaciones" relatadas por Odiseo al rey Alcínoo de la Isla Feacia son capaces sobreponerse a cualquier contradicción en términos histórico materiales si se considera que la "falsedad" del relato de Odiseo no se encuentra circunscrito a la "ambivalencia básica del mundo heróico hacia el extranjero no invitado, de la oscilación rápida entre un temor profundo, justificado y una pródiga hospitalidad"(Finley; 2008, p.137), es decir, que aquel relato le valió incluso, salvar su propia vida: " Tal Ulises hablóles y todos, tomados de hechizo, a través del oscuro salón como mudos quedaron"(XI 333-334).  El relato de Odiseo, la potencia de su narración, impactó tanto a la corte del rey que extendió su hospitalidad sin restricciones, alguien que no fuese de fiar al narrar las circunstancias que lo trajeron hasta allí, históricamente, podía ser considerado hostil, es la fuerza histórica de una institución social además la que se demuestra si consideramos la "hospitalidad" como mediadora de las relaciones materiales de existencia de los sujetos históricos heroicos, así responde el rey a las aventuras y desventuras de Odiseo:

"Bien es cierto, ¡oh Ulises!, que sólo tu vista bastaba para no confundirte con un charlatán embustero de los muchos que nutre el oscuro terruño y que vagan amasando consejas de nadie entendidas. Tú, en cambio, al hermoso decir acompañas un noble sentido; ni un aedo supiera mejor relatar con los males de los otros argivos tus propias funestas desgracias" (XI 363-369).

El relato de Odiseo está tan cargado de intranquilidad, tan saturado de lucha frente a la adversidad, que se aleja completamente de la realidad aislada e ideal en que viven los feacios, tal es el nivel de impacto de la historia narrada que deciden confiar en él. Dentro de un ámbito real de existencia en aquel período esta podría haber sido la diferencia entre la vida y la muerte, la delgada línea entre el reconocimiento de un don y la más tensa alteridad, si el relato de Odiseo hubiese sido considerado una falsedad, un doloso engaño, es probable que se incrementara la hostilidad de los feacios en torno a su condición de extranjero, una otredad potencialmente nociva para el orden en que viven los habitantes de Esqueria. Odiseo frente a la corte del Rey Alcínoo, " relata sus andanzas, y esta inquietante narración de perseverancia y sufrimiento viene a ser el cabal contraste de la existencia ociosa, agradable y escondida de los feacios" (Bowra, 1983, p.27).

Homero, puede ser considerado perfectamente como un antropólogo del siglo XIII o XII A.C, un arqueólogo además, por su técnica y metodología de transmisión en tanto aedo, de los sentidos históricos del lenguaje, por tanto no solo aglutina informaciones históricas más o menos concretas,  sino que crea e integra una moral y ética propias que forman parte de un registro de su tiempo, el relato heroico circula entre el carácter integrador y creativo de ambos poemas, transformándolo en un gran estudio de la lengua y mecanismos de expresión barda, pero además de una serie de creencias y principios de ordenación social de diferentes tiempos. El rey Alcínoo y su corte están completamente sorprendidos por la historia que sale de los labios de Odiseo, incluso le pide que continúe, la hospitalidad ya está asegurada: " Por mi parte la Aurora divina me hallara en la sala si conmigo quisieras quedarte contando tus cuitas"(XI 375-376).

Siguiendo con el tema de la interpretación en base a criterios de falsedad en torno a lo considerado como " fabulaciones" de Odiseo, se ha propuesto incluso explicarlo a partir desde su misma genealogía para identificar características comunes con algunos de sus familiares las cuales  justifiquen su tendencia al embuste, las argucias e inventivas, tal es el problema del elemento autolicano en Odiseo, que considera el hecho de que : "Ulises desciende de Autólico, un bergante aprovechado, y algunos rasgos de su carácter los ha heredado de su abuelo, muy en especial su astucia" (Lasso, 1963,  313), Nada indica que la expresión de la astucia de su abuelo forme parte de la suya, es simplemente, otra forma de asociar la inteligencia de Odiseo a algo erróneo, falso, negativo, lo que sin duda es posible contrastar con sus relatos, el itacense no es doloso por contar una historia "falsa" o valerse de sus habilidades en torno al lenguaje para expresar su dolor, ya que " cuando demuestra pasión o un toque personal casi siempre es porque le ayudará a conseguir su meta"(Standford, 2013, 99).

 Su deseo de retornar al hogar no tiene parangón, al esgrimir su relato el personaje principal se asegura al menos la esperanza del regreso, es por eso que en aquel momento en el cual debe presentar su historia se aprecia su dominio de sí mismo, se vale de las modalidades de expresión para crear una verdad socialmente adaptada al contexto en el cual se inserta, no debemos olvidar que " en el aguante del paciente Ulises, en el sometimiento de su orgullo y sus impulsos, hay mucho de enérgica actividad, que no se ejerce por si misma sino con vistas a un objetivo. Ulises es el hombre que consigue sus fines frente a todos los obstáculos"(Frankel, 1993, 95).

No pretende daño a nadie, " Odiseo no era un vulgar facineroso aherrojado en la malicia o esclavo de la maldad, sino la inteligencia que inquiere el hombre que busca. Ninguna de sus mentiras arrastra maldad, y, en extremos casos, van dirigidas  contra enemigos de guerra" (Ramos, 1970, 131). Amor y retorno se entremezclan como pasiones que dirigen su forma de enfrentar el mundo, y es que quizás el dominio de sí mismo de Odiseo nos lleva a pensar que lo que "se ha olvidado es que estos ejemplos variados de combinación de ingenio y de resistencia generalmente eran utilizados pro bono público" (Standford, 2013, 102). Sea en el palacio del rey Alcínoo o al comunicarse con la ojizarca Atenea, sea  bajo promesas de inmortalidad o la proposición de una nueva vida dejando atrás todo su pasado, " Odiseo se manifiesta como aedo de invencionera imaginación. Es él quien teje el relato de sus expediciones por misteriosos mares e islas. Homero literariamente le entrega el ministerio" (Ramos, 1970, 56), y sin duda lo hizo, porque  en  La Odisea  "La figura del héroe principal incorpora el espíritu moderno del modo más puro y pleno. Los oyentes contemporáneos podrían aprender de Ulises a dominar la vida" (Frankel, 1993, 99). El dominio de sí mismo, así, implica también un dominio de los efectos de nuestras palabras sobre la realidad, reconocer racionalmente la medianía del lenguaje entre el distanciamiento del yo y no yo.

 Lo anteriormente señalado, no se encuentra en ningún sentido desconectado de la totalidad estructural de la obra, es más, forma parte integral de su fundamento y clima espiritual,  la ampliación general del contexto, en cierto sentido, lo justifica además porque :

"El medio que ya no es sombrío, sino que rodea y oprime al individuo con su presencia masiva, le pone continuamente en situaciones de las que no es fácil salir. Así empieza el hombre a tomar distancias frente al mundo. La libre receptividad y entrega se acaba, el hombre se hace reservado y calculador, la prevención y la desconfianza son necesarias e incluso, se convierten en virtudes que la epopeya glorifica" (Frankel, 1993, 94).

Odiseo luego de naufragar angustiosamente en el mar por algunos días recala en la isla de los Feacios, famélico y acongojado sobre un árbol se pregunta acerca del destino de su vida, agradece al menos haber tocado tierra aunque ésta le sea ajena, la esperanza del retorno se mantiene un tanto más segura, al menos continúa vivo. Luego de un profundo sueño producto del desgaste físico al cual estuvo sujeto en pleno océano, al despertar escucha a lo lejos un sonido que lo desasosiega abismalmente, entra en un estado de duda total respecto de lo que oye , Odiseo declama para sus adentros:

"¡Ay de mí !¿ Qué mortales tendrán esta tierra a que llego ? ¿ Insolentes serán y crueles e injustos o al huésped tratarán con amor y habrá en ellos temor a los dioses? Aquí en torno sentí como un fresco gritar de doncellas: ¿ por ventura son ninfas que pueblan las cumbres del monte, los veneros del río, los prados hermosos? ¿ O es cierto que me hallo entre hombres dotados de voz y de habla? Mas ¿ qué aguardo ? Yo mismo lo iré a comprobar con mis ojos (VI 119 -127) .

En esta escena se revelan, además de las angustias propias de Odiseo referidas a algunas convenciones sociales tradicionales como las diversas formas de hospitalidad señaladas en un párrafo anterior, dos aspectos bastante particulares: la lengua (voz y el habla) como factor esencial de reconocimiento de la condición humana y por otro lado, la gran inteligencia de Odiseo. Al respecto, en el ensayo " La Odisea un itinerario humano"(1970) Oscar Gerardo Ramos describe muy bien la isla de Esqueria y el encuentro con la dulce Nausícaa y sus sirvientas en la playa, pero a pesar de sus acertadas consideraciones civilizatorias en torno a la figura de Odiseo, pasa por alto que uno de sus criterios para definir que aquello que a lo lejos escucha está dotado de voz y de habla, es decir, si es precisamente un ser humano lo que sus oídos perciben, si en esta desesperada situación aquello que le es ajeno posee una lengua comprensible y reconocible. A través de estas preguntas consuela a su razón alimentándola con diversas probabilidades, considerando de por sí las más beneficiosas.
Es más, el segundo aspecto dice relación con su inteligencia, puesto que de modo general lo que Odiseo representa " es la  mente ordenada que triunfa de las amenazas cósmicas con su poder de análisis"( Ramos, 1970, p.24), por tanto, no se contenta tan sólo con la probabilidad de que aquello que escucha sea cualquiera de las posibilidades, sino que decide comprobarlo por sí mismo, le pregunta a la realidad y se pregunta a sí mismo, asume y ordena las variables que se le imponen a pesar de la profunda angustia que siente, y  determina que frente a la posibilidad de ser engañado por sus sentidos es preferible encausarlos en una más adecuada prueba que calme de forma definitiva su sospecha.

Cabe agregar que Odiseo es capaz de medir y cuantificar el peso y efecto de sus palabras en sus encuentros con otros personajes, es una habilidad beneficiosa frente a todo aquello que pueda hacer tambalear su noble meta. Una reconvenida Calipso, le permite luego de siete largos años volver a emprender el retorno a su hogar no sin antes intentar convencerlo de que se quede en la isla de Ogigia, pues junto a ella la inmortalidad del itacense está asegurada:

"¿ De verdad tienes prisa en partirle a tu país de tus padres y volver a tu hogar ? Marcha, pues, pese a todo en buen hora; mas si ver en tu mente pudieses los males que antes de encontrarte en la patria te hará soportar el destino seguirías a mi lado guardando conmigo estas casas, inmortal para siempre, por mucho que estés deseando ver de nuevo a la esposa en que piensas un día tras otro. Comparada con ella, de cierto, inferior no me hallo ni en presencia ni en cuerpo, que nunca mujeres mortales en belleza ni en talla igualarse han podido a las diosas" (V 204-213).

Es precisamente en este momento, cuando Odiseo decide rechazar la inmortalidad ofrecida por Calipso, quien además sugiere que su infinita belleza no puede ser comparada a la perecedera figura mortal de su amada Penélope. De vital importancia es el hecho de que Odiseo decida afirmar su condición humana y vivir la vida de un hombre mortal, tomando conciencia del sentido de finitud que lo aqueja a él y todos sus seres amados. Odiseo nunca logró amar a Calipso, en su recuerdo siempre se mantuvo la imagen de su mujer, hijo y tierra añorada. Estos elementos son el motor del principal impulso vital que conduce toda su travesía. Odiseo no acredita beneficiosa para sí la inmortalidad, pero está dispuesto a comprobar por sí mismo si acaso las pasiones y sentimientos humanos que nos movilizan persisten bajo el aura de perpetua caducidad que nos envuelve.  Sin embargo, es además de gran importancia reconocer el modo de expresión con que esgrime su decisión, cuidadosamente teje su explicación con el fin de que ante el rechazo de tamaño ofrecimiento, su compañera por largos años Calipso no se sienta herida, la belleza, en este sentido, es menos punzante que el amor y el recuerdo que persiste:


"No lo lleves a mal, diosa augusta, que yo bien conozco cuán por bajo de ti la discreta Penélope queda a la vista en belleza y noble estatura. Mi esposa es mujer y mortal, mientras tú ni envejeces ni mueres. Mas con todo yo quiero, y es ansia de todos mis días, el llegar a mi casa y gozar de la luz del regreso. Si algún dios me acosare de nuevo en las olas vinosas, lo sabré soportar; sufridora es el alma que llevo en mi entraña; mil penas y esfuerzos dejé ya arrostrados en la guerra y el mar: denle colmo esos otros ahora" (V 215-224).


Con todo, no es la única situación a lo largo del poema donde Odiseo reconsidera sus acciones y palabras, ejemplo de aquello, es su encuentro en su viaje al Hades con Ayax  "en cuerpo y belleza el mejor entre todos los argivos después del Pélida intachable" (XI 469-470), frente a la sombra del ofendido héroe, Odiseo se arrepiente de haber desencadenado, al disputarse las armas de Aquiles, los avatares que condenaron al destacado héroe al delirio y posterior suicidio, recurso supresor de la eterna aura de vergüenza que según su parecer, habría teñido de deshonra su vida para siempre: " ¡ Ojalá  yo no hubiera ganado en aquella porfía, pues por ello a la tierra cayó semejante cabeza [...] ! " (XI 548-549). Odiseo, pretende animar a Ayax, darle a entender que a pesar de las condiciones que rodearon su fin, no dejó de ser considerado un notable héroe: "gran baluarte perdimos contigo. Con no menos dolor que la muerte de Aquiles lloramos los argivos la tuya que nadie causó: Sólo Zeus, que no tuvo medida en su odio a la grey de los dánaos, aguerridos lanceros, por sí decidió tu ruina" (XI 556 -560). Odiseo lo invita a aplacar su furia y orgullo, pero Ayax no cede ante la cortesía expresada en sus palabras " Tal le hablé, mas sin darme respuesta se fue con las almas de los otros mortales sin vida, del Érebo al fondo"(XI 563 -564). Al respecto, esta reafirmación de ciertos valores heroicos por parte de Ayax, pertenecen al clima espiritual enraizado en el poema iliádico, esto se considera así puesto que:

"En la epopeya más moderna Ulises es el heredero de Aquiles. La fábula de la Pequeña Ilíada sobre el destino de las armas de Aquiles muerto, que no son otorgadas al guerrero Ayax, sino al inteligente Ulises, no es sino un modo plástico de expresar el cambio de ideales" ( Lasso, 1963, p. 309).

Para comprender la inteligencia de Odiseo es preciso ampliar el análisis en torno al epíteto de Polytropos, apartarlo de categorías de análisis asociadas a la verdad/falsedad, simplemente porque esto revela de fondo cuánto nos esforzamos nosotros mismos por intentar explicar la condición humana bajo la presión de la objetividad como eje de cualquier conocimiento y percepción sobre la realidad. Odiseo, se encuentra más allá de cualquier apreciación que intente opacar la inteligencia como una de sus características fundamentales,  y por lo demás  junto a ella, la  más alta de todas, "Ulises busca, lucha, sufre, porque ama, como el ser humano busca, lucha, sufre, porque ama "(Castillo, 2003, 23).

Odiseo también ama pensar, preguntarse, insistir, reconocer, crear, el itacense en este sentido, "está por encima de la naturaleza, la domina, se adentra en el conocer y conoce como hombre sobre el mundo" (Ramos, 1970, 42). Una de aquellas modalidades de expresión de su inteligencia es la idea del dominio de sí, en tanto dominio de su lenguaje, un multirrecursivo lingüístico, que comprende los efectos de la palabra sobre la realidad. Esta atención sobre su capacidad, ya habría sido izada con anterioridad puesto que "Antístenes acudió en defensa de Odiseo. Polytrópos, argumentó, no se refiere ni al carácter ni a la moral en absoluto. Sencillamente indica la habilidad de Odiseo para adaptar las figuras de su discurso (tropos) a las necesidades de sus oyentes en cualquier momento"(Standford, 2013,p. 133).

A modo de ejemplo, es posible considerar a Odiseo como un espejo de lo que es un hombre civilizado, esto salta a la luz cuando el personaje principal y su tripulación llegan a la isla de los cíclopes. En su descripción general, menciona una serie de elementos que conforman su ideal en torno a la civilidad, de esta forma es posible conocer ciertos aspectos relacionados con los principios de estructuración social de la época heroica (y la de Homero), aquellas que regían sobre la vida social y se consideraban reconocidas bajo la forma de la tradición. Los cíclopes son:

" unos seres sin ley. Confiando en los dioses eternos, nada siembran ni plantan, no labran los campos, mas todo viene allí a germinar sin labor ni simienza: los trigos, las cebadas, las vides que dan un licor generoso de sus gajos, nutridos tan sólo por la lluvias de Zeus "(IX 105 -111)

Odiseo esboza al menos lo que define como su idea de civilidad, asumiendo como contraria la existencia de los cíclopes puesto que representan la barbarie, esta idea es fundamental para comprender como se constituye la alteridad: " Los ciclopes no tratan en juntas ni saben de normas de justicia; las cumbres habitan de excelsas montañas, de sus cuevas haciendo mansión; cada cual da la ley a su esposa y sus hijos sin más y no piensa en los otros" (IX 112-115). Polifemo es un ser paradojal, no es un hombre civilizado, pero eso tampoco significa que carezca de sentimientos, lo mueve un profundo amor por sus animales pero no reconoce las instituciones básicas que rigen el mundo de Odiseo, " es la existencia primitiva sin viviendas funcionales, sin códigos jurídicos, sin asambleas para deliberar, sin vínculos de sociedad civil" (Ramos, 1970, 64), las desconoce, no comprende la hospitalidad. Ulises se desgarra al ver a sus compañeros en las fauces del cíclope, precisa de su inteligencia para hacerle frente, la fuerza asume en esta situación un carácter secundario, la salida de la cueva está restringida, es necesario elaborar una forma de escapar, situación de vida o muerte como otras en el poema, pero precisamente es allí donde emerge su habilidad en torno al lenguaje. Odiseo señala:

" Preguntaste, ciclope, cuál era mi nombre glorioso y a decírtelo voy, tú dame el regalo ofrecido: ese nombre es Ninguno. Ninguno mi padre y mi madre me llamaron de siempre y también mis amigos. Tal le dije y con alma cruel al momento me dio respuesta: A ninguno me lo he de comer el postrero de todos, a los otros primero; hete ahí mi regalo de huésped".(IX 364 - 370)


Preso de los efectos del dulce licor ofrecido por Odiseo, el cíclope rápidamente caerá en un profundo sueño, momento que será aprovechado por el héroe y sus compañeros para cegarlo. En su dolor y desesperación, Polifemo es oído por otros cíclopes que sorprendidos llegan a la cueva y le preguntan:

 "¿ Por qué  así, Polifemo, angustiado nos das esas voces a través de la noche inmortal y nos dejas sin sueño ? ¿ Te ha robado quizás algún hombre las reces ? ¿ O acaso a ti mismo te está dando muerte por dolo o por fuerza ? Desde el fondo del antro les dijo el atroz Polifemo: ¡Oh Queridos! No es fuerza. Ninguno me mata por dolo"(IX 403 - 408)


El plan ideado por Odiseo resulta a la perfección, pero destaca el hecho de que decidiera llamarse a sí mismo nadie o ninguno, sin embargo no debe sorprender, es aquí donde la expresión del dominio de sí y de la naturaleza por parte de Odiseo se nos ofrece en su plenitud, así, "el hombre civilizado, creando industrias lingüísticas con una de las más sencillas palabras, derrota al hombre primitivo" (Ramos, 1970, 66). El lenguaje es utilizado con gran ingenio como un recurso. Una de las carencias manifiestas de Polifemo, es no reflexionar en torno a su propio lenguaje, cuando se le pregunta quién le ha cegado él responde y sus compañeros no intentan ahondar mucho más en torno al hecho, los dolores y pesares para ellos pueden incluso tener una  divina motivación, nada sospechan en torno al juego lingüístico que existe detrás. Mientras que el bárbaro Polifemo desconoce, le da las espaldas al dominio sobre sí mismo, "Odiseo era señor de sus pasiones" (Ramos, 1970, 90), lo demuestra cuando escucha a los otros cíclopes desacreditar la desesperación de Polifemo, el itacense expresa: "y yo me reí para mis adentros del engaño y plan bien urdido"(IX 413-414).

Para finalizar, es preciso comprender un último aspecto en torno a la figura de Odiseo y quizás el más decidor en torno a la idea central de esta reflexión que expresa como la inteligencia del héroe se expresa como dominio de sí,  y este  en la forma de dominio del lenguaje y sus modos de expresión. Insisto en la afirmación de que para estudiar a Odiseo es preciso trascender ciertas categorías en torno al problema de la verdad, puesto que allí precisamente estriba la incomprensión de Odiseo como referente de la existencia humana, por lo tanto, hacer hincapié en torno a la falsedad  de su tránsito entre un universo mítico fabuloso y la realidad, es precisamente olvidar aquello que lo hace un ser humano: una inteligencia creativa en torno al lenguaje, un conocedor del impacto de nuestras palabras sobre la realidad, habilidad que nunca se utiliza de manera perniciosa sino más bien cuando el héroe se encuentra sometido a situaciones que pueden comprometer su existencia o, sencillamente, cuando precisa un principio rector de adaptación al contexto en que se inserta, esto lo convierte en un conocedor no sólo de sí mismo sino de las distintas convenciones sociales de su mundo. La distancia crítica del mundo en torno al lenguaje, para el caso de Odiseo, se manifiesta como una herramienta de auto conservación, ya que como he señalado en párrafos anteriores, un buen relato podía ser la diferencia entre la hospitalidad más benéfica y una tensa hostilidad.

Por tanto, cuando algún estudioso se refiere con ironía, humor o antipatía al colocar en entredicho la plausibilidad de las narraciones fantásticas del héroe, como afirmar por ejemplo, que los diversos relatos realizados por Odiseo poseen una mayor credibilidad al provenir de primera fuente, es decir, él mismo. Cuando el rey Alcínoo expresa que "ni un aedo supiera mejor relatar con los males de los otros argivos tus propias funestas desgracias" (XI 363-369), compara la historia de Odiseo con la labor de poetas que cantaron las hazañas de los héroes de Argos, pero no precisamente a ellos, sino al hecho de que el bardo no repite los hechos tal como acontecieron, puesto que, en cada uno de ellos hay un torrente de actividad creativa ajustado a ciertas fórmulas propias de su transmisión, es por esto, que la comparación del rey no está desconectada del aedo que la exhibió, como tal, esto implicaría que la forma en que el soberano de Esqueria valoriza, no solamente se refiere a la belleza discursiva de tal o cual relato de alguna hazaña, sino que además puede la misma relacionarse con otro aspecto referido a su capacidad interpretativa. Sin embargo, no solo compara sino que además lo enaltece, Odiseo narra mejor que cualquier aedo porque está narrando su propia existencia, la que él ha decidido contar para sí y para los otros, no hay verdad, no hay mentira, ese es el "noble sentido" que asume su discurso, sus palabras no dependen de nadie, no es un "charlatán embustero", sino un hombre que vive su propia lucha, sabe transmitirla con una gran pasión cuando así lo estima, porque se desliza adelante de lo mágico, su dominio de sí mismo, responde a "una intelección más fría, más libre, más humana"(Ramos, 1970 p.25).

No obstante, esto no muestra la incapacidad de Odiseo de emocionarse ante el relato del poeta Demódoco, al contrario, lo toca en lo más profundo y a su manera, reconoce su enorme labor y le agradece. Es más aun, en las escenas finales,  dentro de todos aquellos absueltos con el perdón del héroe en su venganza, el aedo Femio es uno de aquellos beneficiados, no podía ajusticiarlo, "un aedo, sobre todo, era un predilecto de los dioses. Las manos del héroe no podían mancharse con sangre de poeta"(Ramos, 1970, 131). El bardo griego no es inferior en recursos de expresión en torno a sus relatos, de hecho, más allá de su precisión , un aedo reconoce y "participa en la tradición de la lengua; las formulas le vienen a la boca del repertorio que guarda en su memoria y las imágenes del mundo que evoca está solo dentro de las posibilidades de su lenguaje".(Bochetti; 2006, p.39). El despliegue del relato personal de Odiseo, no adolece en las similitudes al de un aedo ni en su forma ni en su fondo, de hecho:

" hay una descripción general de la postura curiosa y habitual de Odiseo antes de comenzar un discurso importante. Se quedaba parado, con los ojos fijos en el suelo, su cuerpo y gestos rígidos "como un tipo ignorante". Su voz [...] tenía una fuerza enorme. Parece haber controlado este órgano tan propio de un Gladstone con la habilidad propia de un Disraeli: sus palabras salían suaves, ligeras y continuas, copo tras copo como la caída de la nieve, quizás con el tono tranquilo, directo, característico de los partidarios del arte de la plausibilidad." (Standford, 2013, 100)


Ambos sitúan su relato a través de una performance que los hace únicos e indistinguibles, no mejores ni peores unos a otros, pues comparten el mismo sentido de apreciación respecto de la lengua, su tradición y transmisión. Si Odiseo, "podía mantener al público arrobado como lo hace un aedo" (Standford,2013, 100), es porque en primer lugar aprendió de ellos a conocer el valor del lenguaje en su dimensión creativa y sus efectos concretos sobre las personas que los escuchaban. El multirrecursivo lingüístico, es un ser que con su inteligencia se domina a sí mismo y una de sus tantas manifestaciones de aquella capacidad es su apego al recurso de la lengua desde amplias facetas que la realidad le impone, he allí un ampliación del epíteto de Polytropos que lo caracteriza. Odiseo está más allá de la pregunta acerca de la verdad, porque narra su propia verdad, " no quiere ser ni dios ni animal. Quiere ser ni más ni menos que un hombre"(Castillo, 2003,21). Como tal, es posible reconocer en Odiseo la capacidad del ser humano de valerse del lenguaje y la comunicación, saberlos y vivirlos como un canal de expresión del alma, siempre a disposición de nuestro modo de vida, sea esta la más esperanzada y triste prueba que la existencia nos ofrezca o tal vez la más maravillosa de las aventuras. El politrópico itacense, de muchas vueltas por los senderos de su inteligencia creativa, representa el continuo vaivén ético entre la palabra, el pensamiento y la acción.

Bibliografía
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Ramos, O. G. 1970. La Odisea un itinerario humano. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo.

Stanford, W.B. 2013. El tema Ulises. Madrid, Editorial Dykinson.