Para comenzar, debo señalar que el título que da
inicio a estas escuetas líneas es bastante engañoso y, la intención de estas
palabras, más bien modesta. Engañoso porque sabemos que cuando tratamos de
explicar y comprender la tragedia griega,
nos encontramos con diversos límites, por ejemplo: Es de conocimiento común que
Esquilo, Sófocles y Eurípides no son creadores del género trágico como tal, tampoco son ellos los únicos trágicos del
siglo V A.C. Sin embargo, las obras que difícilmente han logrado ser
conservadas corresponden a estos tres representantes, independiente de que no
sean éstas la totalidad de dramas creados a lo largo de sus vidas. Quisiera
estimular esta discusión con la siguiente pregunta ¿ Cuál fue percepción de los
trágicos respecto de Homero? No se espere como respuesta aquí, un análisis
pormenorizado de los puntos de encuentro entre los trágicos y Homero, sino de
modo más general, un intento por comprender de qué manera la épica homérica es
un referente para el nacimiento de la tragedia.
La tragedia es coincidente con el auge y esplendor de
la democracia ateniense, época de
profundos cambios en la estructura de la polis. La educación es uno de los
aspectos a destacar dentro de esta ruptura, desde una educación profundamente
aristocrática se da paso a una donde la amplitud de sus parámetros permite el
acceso de una mayor cantidad de personas debido a la creación de diversas
escuelas y la fuerza de algunas de sus instituciones, al respecto de este
punto, es importante destacar que:
"Homero se convertirá en modelo de
educación popular, pues en esta democracia todos son invitados a ser héroes
como Aquiles, hablar bien como Ulises, amantes de la familia como Patroclo,
defensores del honor como Áyax, de fidelidad insobornable como Penélope,
estrategas como Agamenón y levantarse a la sabiduría de Atenea."[1]
Homero, es un referente educativo tradicional para los
ciudadanos de Atenas por varios siglos
hasta el advenimiento democrático donde será fortalecida. Los más pequeños
crecerán escuchando los versos de Homero, por tanto, es imposible no creer que los
trágicos fuesen instruidos y hayan conocido - además de haber recitado de
memoria más de alguna vez-, por ejemplo, La
Ilíada y La Odisea. De hecho, cabe recordar que en las Grandes Panateneas
instituidas a partir del siglo VI, se patrocinaba un certamen de rapsodas que
tenía por objetivo la recitación de los poemas homéricos, por tanto, es
innegable la fuerza presencial de la épica en la vida cotidiana de los atenienses.
Esto, sólo confirma el hecho de que, en general, "la epopeya había sido durante siglos el
género literario por excelencia. También la lirica extrajo de ella su alimento.
Y la materia épica había sido la materia normal de cualquier obra de arte".[2] Pero aquí se presenta un primer problema, a
saber: ¿ De dónde extraen los trágicos el sustrato mítico de sus creaciones ?
Al respecto, Ruth Scodel afirma que "Los poetas trágicos rara vez
tomaban sus tramas directamente de La
Ilíada o de la Odisea; usaban más
bien los ciclos épicos, es decir, los poemas (ahora perdidos) que narraban lo
que había ocurrido antes y después de lo contado por los dos poemas más
canónicos."[3]
Aquellos poemas son atribuidos a Homero pero, lo más
probable, es que hayan correspondido a otros autores de los cuales muy poco
sabemos. Una de las tesis que se baraja al respecto, es el hecho de que en
algún momento, se usó el nombre de Homero para denominar cualquier creación
correspondiente al género épico. Sean o no estas creaciones frutos de su
autoría, lo que realmente importa son las temáticas de aquellos poemas perdidos,
de los cuales sólo tenemos información por transmisión indirecta (se cuentan
con algunos papiros y resúmenes comentados que permiten dar cuenta de los tópicos).
Así, dentro de estos poemas encontramos, por ejemplo: El ciclo tebano
(Edipodia-Tebaida-Epígonos), El ciclo troyano (Las Ciprias, Etiópida, Pequeña
Ilíada y Saco de Troya, Los Nóstoi y la Teleogonía). Es evidente entonces, la
existencia de una profunda conexión entre el material mítico del cual se nutren
los trágicos para la creación de sus obras dramáticas y los poemas épicos, sin
duda alguna, éstos "enseñaron a la tragedia cómo crear personajes y cómo
generar profundos efectos emocionales"[4].
Sin embargo, cometeríamos un error al tratar de emparentar completamente la épica
con la tragedia, puesto que ésta última, posee una singularidad que responde al
contexto de su consolidación, en otras palabras, es imposible disociar la
tragedia del espíritu de la época que la vio nacer, aquella que la consolidó
como parte del espíritu de la polis democrática ateniense, en palabras del
profesor César García: "Tres pensamientos políticos-legales se hacen
presentes en las tragedias griegas: El mítico
(micénico, tebano, troyano, etc.), el lógico
legal en el que se miraban los hombres del siglo V y los principios político-jurídicos, de valor
universal"[5].
He allí, precisamente, el valor espiritual y creativo de
la tragedia. Esquilo, Sófocles y Eurípides vivieron profundos cambios políticos -desde la caída de
tiranos, reformas institucionales y la defensa
y lucha frente a un extranjero con una concepción del mundo radicalmente
opuesta-, así, fueron capaces de observar y transmitir no solo la grandeza de
las acciones, sino un llamado a la responsabilidad frente a este nuevo
escenario: orden, armonía, justicia, prudencia, sobriedad, medida, son algunos
de los tantos valores a los cuales los ciudadanos deben aspirar y, por lo
demás, tomar profunda consciencia de sus límites y transgresiones, cabe recordar
que los trágicos, ante todo "escribían, pues, como ciudadanos que se
dirigen a otros ciudadanos"[6].
Entonces ¿En qué radica la originalidad de la tragedia
respecto de la épica? Lo cierto, es que a pesar de la unidad mítico-espiritual entre
ambas, existen algunas especificidades propias de la tragedia. En primer lugar,
la forma de expresión de la tragedia es bastante diferente, fue concebida para
ser representada a través de una puesta escénica y, a este respecto, "constituye
toda una novedad literaria e histórica"[7].
Otro aspecto que resalta, es la presencia de todas las clases sociales
atenienses en la mayoría de las obras, siempre existe algún personaje representante
de alguno de otros sectores de la sociedad, esto marca diferencias respecto de
los poemas épicos de Homero, que si bien no se da en la Odisea (donde el clima espiritual de la obra es un poco más amplio
a este respecto), sí se presenta en la Ilíada,
donde no hay lugar para la multitud, y, cuando ésta se hace un espacio de
expresión, contraviniendo los fundamentos estructurales de la sociedad heróica,
sólo encuentra una reprimenda, un golpe de áureo cetro, con el cual se le
recuerda aquello que es, es decir, solo un medio de consecución de las metas
altas de los héroes. Tal es el caso de Tersites[8],
quien no hace más que entregar razones que el heroísmo rechaza de plano, pero
también por "recriminar a los reyes
con injuriosas palabras"[9],
por querer trascender el lugar que la sociedad de los héroes le impone, en este
caso, la participación en una asamblea donde no todos tienen derecho a
expresión, puesto que representa al otro extremo de la sociedad, la multitud.
Sin embargo, creo de mayor
importancia comprender la epopeya y la tragedia en la manera apreciada por Jaeger,
es decir, "como dos enormes formaciones montañosas enlazadas por una serie
ininterrumpida de sierras menores."[10]
Y es en este sentido, es en el que epopeya
y tragedia son capaces de "abrazar la unidad de todo lo humano"[11].
Son representantes de la capacidad de
abrazar sus mitos y darles una nueva forma, es lo que Castoriadis expresa como
una "Re-creación perpetua del mito"[12]. A principios de semestre, en este seminario
de tragedia griega se nos preguntó respecto de cuál era el sentido de la
tragedia para su espectador, el lugar común de las respuestas estuvo, en
general, ligado a la dimensión educativa de la tragedia, comprendida ésta como
un lugar de aprendizaje pero, con un hincapié en lo que la refiere a un
fenómeno de purificación. Sin embargo, lo que no se comentó, fue que el
espectador de la tragedia no va a aprender la historia, por ejemplo, de
Agamenón al teatro, esta historia se sabe de antemano, todos conocen las
historias míticas de los personajes que se encuentran en escena. La incertidumbre
así, proviene para los espectadores "en relación a la nueva significación que el mito toma en
cada nueva obra"[13]. Romilly,
al señalar un aspecto original en la tragedia, indica que "no se situaba
al nivel de los acontecimientos, de la acción, del desenlace, sino al nivel del
interpretación personal"[14]. El
mito puede ser reinterpretado, re-significado, re-creado, pues en tanto
expresión de la comunidad política, encuentra sus límites en los límites de la
misma polis, es decir, su culto cívico. ¿ Cómo tratará la leyenda Sófocles esta
vez ? Podría ser sin problema una pregunta de un par de jóvenes camino al
teatro. El marco mítico es de vital importancia, puesto que es conocido por
todos, no imprime celo en aquel poeta que desee dar forma al mito, puesto que, en
el contexto de los trágicos "veían la más alta originalidad no en lo que
se hacía por primera vez, sino en la más perfecta elaboración de un arte"[15].
De esta situación, por lo demás, se comprende las continuas modificaciones
expresadas por los trágicos a la estructura interna de sus obras. Es en la
expresión y aquel tratamiento del mito re-creado, donde a través de los
diálogos de sus personajes, de sus debates, se presentan los principales problemas
de la polis en aras de su mejoramiento. Para
finalizar, es importante considerar lo que Jaeger señala al respecto de la percepción
de los trágicos respecto de Homero, que más que una simple percepción, implica
una persistencia social mítica, un universo al cual también se entregaron como
elaboradores: "La tragedia es, por su material mítico y por su espíritu,
la heredera integral de la epopeya. Debe su espíritu ético y educador
únicamente a su conexión con la epopeya, no a su origen dionisíaco"[16].
[1] García.
C.(2004). La literatura clásica griega. Historia, textos, comentarios.
Editorial Universitaria, Santiago de Chile. p.66.
[2] De Romilly. J.
(2011). La tragedia griega. Editorial Gredos, Madrid, España. p. 22.
[3] Scodel. R .(2014).
La tragedia griega. Una introducción. Fondo de cultura económica, México. p.16.
[4] Scodel. R .(2014).
La tragedia griega. Una introducción. Fondo de cultura económica, México. p.29.
[5] García.
C.(2004). La literatura clásica griega. Historia, textos, comentarios. Ed.Universitaria,
Santiago de Chile. p.67.
[6] De Romilly. J.
(2011). La tragedia griega. Editorial Gredos, Madrid, España. p.17.
[7] Soto. R.(2002).
Aproximación a la Tragedia Griega. Byzantion
Nea Hellás, 21. Centro de Estudios Griegos Bizantinos y Neohelénicos
"Fotios Malleros", Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad
de Chile. p.52.
[8] Homero. (2006).La
ilíada. Traducción de E. Crespo. Editorial Gredos. Madrid, España. II 211-278
[9] Homero. (2006).La
ilíada. Traducción de E. Crespo. Editorial Gredos. Madrid, España. p. 28 II
277.
[10] Jaeger. W.
(2006). Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica,
México. p. 226
[11] Jaeger. W.
(2006). Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica,
México. p. 226
[12] Castoriadis. C.
(2006). Lo que hace a Grecia: de Homero
a Heráclito. Seminarios 1982-1983 La creación humana II. Fondo de Cultura
Económica, Buenos Aires, Argentina. p. 170.
[13] Castoriadis. C.
(2006). Lo que hace a Grecia: de Homero
a Heráclito. Seminarios 1982-1983 La creación humana II. Fondo de Cultura
Económica, Buenos Aires, Argentina. p. 170.
[14]
De Romilly.
J. (2011). La tragedia griega. Editorial Gredos, Madrid, España. p.23.
[15] Jaeger. W.
(2006). Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica,
México. p. 249.
[16] Jaeger. W.
(2006). Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica,
México. p. 55.
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