viernes, 1 de enero de 2016

La percepción de Homero por parte de los trágicos


Para comenzar, debo señalar que el título que da inicio a estas escuetas líneas es bastante engañoso y, la intención de estas palabras, más bien modesta. Engañoso porque sabemos que cuando tratamos de explicar y comprender  la tragedia griega, nos encontramos con diversos límites, por ejemplo: Es de conocimiento común que Esquilo, Sófocles y Eurípides no son creadores del género trágico como tal,  tampoco son ellos los únicos trágicos del siglo V A.C. Sin embargo, las obras que difícilmente han logrado ser conservadas corresponden a estos tres representantes, independiente de que no sean éstas la totalidad de dramas creados a lo largo de sus vidas. Quisiera estimular esta discusión con la siguiente pregunta ¿ Cuál fue percepción de los trágicos respecto de Homero? No se espere como respuesta aquí, un análisis pormenorizado de los puntos de encuentro entre los trágicos y Homero, sino de modo más general, un intento por comprender de qué manera la épica homérica es un referente para el nacimiento de la tragedia.

La tragedia es coincidente con el auge y esplendor de la democracia ateniense,  época de profundos cambios en la estructura de la polis. La educación es uno de los aspectos a destacar dentro de esta ruptura, desde una educación profundamente aristocrática se da paso a una donde la amplitud de sus parámetros permite el acceso de una mayor cantidad de personas debido a la creación de diversas escuelas y la fuerza de algunas de sus instituciones, al respecto de este punto, es importante destacar que:

"Homero se convertirá en modelo de educación popular, pues en esta democracia todos son invitados a ser héroes como Aquiles, hablar bien como Ulises, amantes de la familia como Patroclo, defensores del honor como Áyax, de fidelidad insobornable como Penélope, estrategas como Agamenón y levantarse a la sabiduría de Atenea."[1]


Homero, es un referente educativo tradicional para los ciudadanos de Atenas  por varios siglos hasta el advenimiento democrático donde será fortalecida. Los más pequeños crecerán escuchando los versos de Homero, por tanto, es imposible no creer que los trágicos fuesen instruidos y hayan conocido - además de haber recitado de memoria más de alguna vez-, por ejemplo, La Ilíada y La Odisea. De hecho, cabe recordar que en las Grandes Panateneas instituidas a partir del siglo VI, se patrocinaba un certamen de rapsodas que tenía por objetivo la recitación de los poemas homéricos, por tanto, es innegable la fuerza presencial de la épica en la vida cotidiana de los atenienses. Esto, sólo confirma el hecho de que, en general,  "la epopeya había sido durante siglos el género literario por excelencia. También la lirica extrajo de ella su alimento. Y la materia épica había sido la materia normal de cualquier obra de arte".[2]  Pero aquí se presenta un primer problema, a saber: ¿ De dónde extraen los trágicos el sustrato mítico de sus creaciones ? Al respecto, Ruth Scodel afirma que "Los poetas trágicos rara vez tomaban sus tramas directamente de La Ilíada o de la Odisea; usaban más bien los ciclos épicos, es decir, los poemas (ahora perdidos) que narraban lo que había ocurrido antes y después de lo contado por los dos poemas más canónicos."[3]

Aquellos poemas son atribuidos a Homero pero, lo más probable, es que hayan correspondido a otros autores de los cuales muy poco sabemos. Una de las tesis que se baraja al respecto, es el hecho de que en algún momento, se usó el nombre de Homero para denominar cualquier creación correspondiente al género épico. Sean o no estas creaciones frutos de su autoría, lo que realmente importa son las temáticas de aquellos poemas perdidos, de los cuales sólo tenemos información por transmisión indirecta (se cuentan con algunos papiros y resúmenes comentados que permiten dar cuenta de los tópicos). Así, dentro de estos poemas encontramos, por ejemplo: El ciclo tebano (Edipodia-Tebaida-Epígonos), El ciclo troyano (Las Ciprias, Etiópida, Pequeña Ilíada y Saco de Troya, Los Nóstoi y la Teleogonía). Es evidente entonces, la existencia de una profunda conexión entre el material mítico del cual se nutren los trágicos para la creación de sus obras dramáticas y los poemas épicos, sin duda alguna, éstos "enseñaron a la tragedia cómo crear personajes y cómo generar profundos efectos emocionales"[4]. Sin embargo, cometeríamos un error al tratar de emparentar completamente la épica con la tragedia, puesto que ésta última, posee una singularidad que responde al contexto de su consolidación, en otras palabras, es imposible disociar la tragedia del espíritu de la época que la vio nacer, aquella que la consolidó como parte del espíritu de la polis democrática ateniense, en palabras del profesor César García: "Tres pensamientos políticos-legales se hacen presentes en las tragedias griegas: El mítico (micénico, tebano, troyano, etc.), el lógico legal en el que se miraban los hombres del siglo V y los principios político-jurídicos, de valor universal"[5].

He allí, precisamente, el valor espiritual y creativo de la tragedia. Esquilo, Sófocles y Eurípides vivieron  profundos cambios políticos -desde la caída de tiranos, reformas institucionales y  la defensa y lucha frente a un extranjero con una concepción del mundo radicalmente opuesta-, así, fueron capaces de observar y transmitir no solo la grandeza de las acciones, sino un llamado a la responsabilidad frente a este nuevo escenario: orden, armonía, justicia, prudencia, sobriedad, medida, son algunos de los tantos valores a los cuales los ciudadanos deben aspirar y, por lo demás, tomar profunda consciencia de sus límites y transgresiones, cabe recordar que los trágicos, ante todo "escribían, pues, como ciudadanos que se dirigen a otros ciudadanos"[6].

Entonces ¿En qué radica la originalidad de la tragedia respecto de la épica? Lo cierto, es que a pesar de la unidad mítico-espiritual entre ambas, existen algunas especificidades propias de la tragedia. En primer lugar, la forma de expresión de la tragedia es bastante diferente, fue concebida para ser representada a través de una puesta escénica y, a este respecto, "constituye toda una novedad literaria e histórica"[7]. Otro aspecto que resalta, es la presencia de todas las clases sociales atenienses en la mayoría de las obras, siempre existe algún personaje representante de alguno de otros sectores de la sociedad, esto marca diferencias respecto de los poemas épicos de Homero, que si bien no se da en la Odisea (donde el clima espiritual de la obra es un poco más amplio a este respecto), sí se presenta en la Ilíada, donde no hay lugar para la multitud, y, cuando ésta se hace un espacio de expresión, contraviniendo los fundamentos estructurales de la sociedad heróica, sólo encuentra una reprimenda, un golpe de áureo cetro, con el cual se le recuerda aquello que es, es decir, solo un medio de consecución de las metas altas de los héroes. Tal es el caso de Tersites[8], quien no hace más que entregar razones que el heroísmo rechaza de plano, pero también  por "recriminar a los reyes con injuriosas palabras"[9], por querer trascender el lugar que la sociedad de los héroes le impone, en este caso, la participación en una asamblea donde no todos tienen derecho a expresión, puesto que representa al otro extremo de la sociedad, la multitud.

Sin embargo, creo de mayor importancia comprender la epopeya y la tragedia en la manera apreciada por Jaeger, es decir, "como dos enormes formaciones montañosas enlazadas por una serie ininterrumpida de sierras menores."[10]  Y es en este sentido, es en el que epopeya y tragedia son capaces de "abrazar la unidad de todo lo humano"[11].  Son representantes de la capacidad de abrazar sus mitos y darles una nueva forma, es lo que Castoriadis expresa como una "Re-creación perpetua del mito"[12].  A principios de semestre, en este seminario de tragedia griega se nos preguntó respecto de cuál era el sentido de la tragedia para su espectador, el lugar común de las respuestas estuvo, en general, ligado a la dimensión educativa de la tragedia, comprendida ésta como un lugar de aprendizaje pero, con un hincapié en lo que la refiere a un fenómeno de purificación. Sin embargo, lo que no se comentó, fue que el espectador de la tragedia no va a aprender la historia, por ejemplo, de Agamenón al teatro, esta historia se sabe de antemano, todos conocen las historias míticas de los personajes que se encuentran en escena. La incertidumbre así, proviene para los espectadores "en relación a la nueva significación que el mito toma en cada nueva obra"[13]. Romilly, al señalar un aspecto original en la tragedia, indica que "no se situaba al nivel de los acontecimientos, de la acción, del desenlace, sino al nivel del interpretación personal"[14]. El mito puede ser reinterpretado, re-significado, re-creado, pues en tanto expresión de la comunidad política, encuentra sus límites en los límites de la misma polis, es decir, su culto cívico. ¿ Cómo tratará la leyenda Sófocles esta vez ? Podría ser sin problema una pregunta de un par de jóvenes camino al teatro. El marco mítico es de vital importancia, puesto que es conocido por todos, no imprime celo en aquel poeta que desee dar forma al mito, puesto que, en el contexto de los trágicos "veían la más alta originalidad no en lo que se hacía por primera vez, sino en la más perfecta elaboración de un arte"[15]. De esta situación, por lo demás, se comprende las continuas modificaciones expresadas por los trágicos a la estructura interna de sus obras. Es en la expresión y aquel tratamiento del mito re-creado, donde a través de los diálogos de sus personajes, de sus debates, se presentan los principales problemas de la polis en aras de su mejoramiento.  Para finalizar, es importante considerar lo que Jaeger señala al respecto de la percepción de los trágicos respecto de Homero, que más que una simple percepción, implica una persistencia social mítica, un universo al cual también se entregaron como elaboradores: "La tragedia es, por su material mítico y por su espíritu, la heredera integral de la epopeya. Debe su espíritu ético y educador únicamente a su conexión con la epopeya, no a su origen dionisíaco"[16].








[1] García. C.(2004). La literatura clásica griega. Historia, textos, comentarios. Editorial Universitaria, Santiago de Chile. p.66.
[2] De Romilly. J. (2011). La tragedia griega. Editorial Gredos, Madrid, España. p. 22.
[3] Scodel. R .(2014). La tragedia griega. Una introducción. Fondo de cultura económica, México. p.16.

[4] Scodel. R .(2014). La tragedia griega. Una introducción. Fondo de cultura económica, México. p.29.
[5] García. C.(2004). La literatura clásica griega. Historia, textos, comentarios. Ed.Universitaria, Santiago de Chile. p.67.
[6] De Romilly. J. (2011). La tragedia griega. Editorial Gredos, Madrid, España. p.17.
[7] Soto. R.(2002). Aproximación a la Tragedia Griega.            Byzantion Nea Hellás, 21. Centro de Estudios Griegos Bizantinos y Neohelénicos "Fotios Malleros", Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. p.52.
[8] Homero. (2006).La ilíada. Traducción de E. Crespo. Editorial Gredos. Madrid, España. II 211-278
[9] Homero. (2006).La ilíada. Traducción de E. Crespo. Editorial Gredos. Madrid, España. p. 28 II 277.
[10] Jaeger. W. (2006). Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica, México. p. 226
[11] Jaeger. W. (2006). Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica, México. p. 226  
[12] Castoriadis. C. (2006). Lo que hace a Grecia:  de Homero a Heráclito. Seminarios 1982-1983 La creación humana II. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Argentina. p. 170.
[13] Castoriadis. C. (2006). Lo que hace a Grecia:  de Homero a Heráclito. Seminarios 1982-1983 La creación humana II. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Argentina. p. 170.
[14] De Romilly. J. (2011). La tragedia griega. Editorial Gredos, Madrid, España. p.23.
[15] Jaeger. W. (2006). Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica, México. p. 249.
[16] Jaeger. W. (2006). Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica, México. p. 55. 

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